Ejercicio vs Depresión

Siempre me ha costado ser constante en todo lo referente a actividad física, sin embargo lo que vengo a contarles aquí es mi experiencia con el ejercicio y cómo, en una época difícil, me ayudó a sobrellevar una enfermedad del alma, la enfermedad de la desesperanza: la depresión.

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Hoy tengo 36 años. Hace 17 años fui diagnosticado con Depresión Mayor con Trastorno de Ansiedad Generalizada. Desde ese momento mi vida cambió. Fue una etapa oscura, triste, tanto para mí como para mi familia. Siempre he definido a la depresión como un infierno, y es que lo es. No se lo deseo a nadie.

Desde ese momento tuve tres recaídas, la última hace 7 años. También fue una experiencia difícil, no tanto como la primera vez, pero sí, igual sufrí mucho, sin embargo, había madurado y había aprendido mucho sobre la enfermedad, por ello la manera de afrontarla y combatirla esta vez fue diferente.

Una de las cosas distintas que hice fue ejercitarme. Recuerdo que, al menos 4 días a la semana, por un período de aproximadamente tres meses, salía a caminar a un parque cercano a mi casa. Los que conocen sobre la depresión, saben que a la persona que la padece le cuesta salir de su cuarto. Así que ya por ese lado era difícil. Aun así salía a caminar con mi vestimenta deportiva, mis audífonos y lentes oscuros. Llegaba al parque y lo primero que hacía era llevar sol por diez minutos. Luego empezaba a caminar y luego a trotar. Para terminar hacia barras, abdominales y demás ejercicios de calistenia y justo, antes de irme, me sentaba a llevar luz de sol por unos 5 o 10 minutos más mientras escuchaba música instrumental. Recuerdo claramente un día de esos donde escuchaba “Homeland” de la banda sonora de la película «Spirit, El Corcel Indomable.»

Al llegar a casa, reposaba, luego tomaba un baño con agua tibia, regulando la temperatura hasta dejarla natural y al final me echaba agua muy fría. La sensación de bienestar que experimentaba era increíble. A pesar de que más tarde me pudiera sentir decaído o con ganas de llorar o demás, esos momentos de ejercicio e hidroterapia eran bastante energizantes.

Pero debo confesar que al principio me costaba mucho. Sin embargo con los días fui viendo como mi cuerpo, pero sobre todo mis emociones iban cambiando. Esos momentos de movimiento no solo eran beneficiosos para mi cuerpo, sino que mi alma también se iba fortaleciendo, mi espíritu iba en ascenso.

Estoy convencido que ese tipo de terapia física de moverme, ejercitarme y tomar el sol cada mañana colaboró en mi recuperación, sumado al resto de tratamientos farmacológicos, naturales y psicológicos que tenía en ese momento. Por eso no dudo en recomendar a otros el ejercicio físico cuando existe depresión o alguna tristeza profunda. Soy testigo fiel de que el moverse ayuda y mucho. ¿Por qué? Primero porque yo lo viví en carne propia, pero también porque la ciencia lo dice. El ejercicio genera las llamadas y conocidas hormonas de la felicidad. Las más famosas son la endorfina, la dopamina y la serotonina, aunque también se dice que se produce adrenalina. Además ejercitarse, así sea un poco, como caminar 30 minutos diarios y cumplir cabalmente con ese propósito aumenta la autoconfianza y la motivación personal aumenta, y recuerden que un deprimido justamente sufre de baja autoestima y su motivación es muy baja.

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Por experiencia puedo decir que ejercitarse tiene excelentes beneficios. Te invito a moverte a diario: estiramientos, baile, calistenia, fitness. Lo que sea, pero ejercítate. En casa o al aire libre. Es vital para tu cuerpo y emociones. En las mañanas antes de salir a tomar el sol o en la noche antes de dormir, ejercítate con estiramientos o yoga. Ve a bailoterapia, al gym, o baila en tu casa con tu pareja, hijos o tíos.

No solo tu cuerpo te lo agradecerá, también tu mente, alma y espíritu.

¡Muévete!


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En este enlace puedes ver mi declaración pública sobre padecer depresión clínica.

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